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"Baje la basura: alguien le ha hecho la compra"

"Baje la basura: alguien le ha hecho la compra"

Sólo tiene que bajar a tirar la basura, y se llevará como premio un lote muy surtido de alimentos no perecederos.

La imagen habla por sí sola. Si en vez de estar en septiembre, el hallazgo se hubiera producido en fechas prenavideñas, casi podríamos creer que es una de esas "cestas" que se sortean, y que parece que nunca le tocan a nadie. De hecho ésta incluso es más "especial": no hay que comprar ninguna papeleta. Las latas de aceitunas, atún, maíz, pimiento rojo, mezcladas con frascos de mayonesa, de vinagre de módena, de briks de tomate para guisar, que vemos a la derecha, parecen haber sido dispuestas de tal modo que invitan al viandante a confeccionar un menú "callejero" (que no "casero") sobre la marcha. El resto de alimentos permanece dentro de la bolsa que podemos ver a la izquierda.

Alguien le ha hecho la compra, y ha dejado al alcance de la vista una muestra de alimentos para que quien pase cerca de estos contenedores, vaya abriendo boca. El resto de la "compra" permanece en la bolsa. ¿Qué puede haber detrás de esta escena? Como se suele decir, se admiten apuestas. Lo de la cámara lo descarto, por la zona en la que lo he descubierto, aunque nunca se sabe...

¿Podría ser obra de alguien que decide hacer limpieza en su despensa, y de paso se siente solidario, pero le da pereza ir a alguna ong de las que recogen alimentos para la población más desfavorecida? ¿Una forma de caridad anónima? ¿Alguien que ha comprado un piso por la zona y al mudarse descubre en algún rincón que los antiguos inquilinos han dejado todos esos víveres, y la primera reacción es deshacerse de ellos, pese a estar todo en perfecto estado?

Cualquiera de nosotr@s, a estas alturas, está ya más que acostumbrad@ a ver de todo cuando va a dejar sus bolsas de basura en los distintos contenedores. De hecho, hace pocos días, fui testigo de una auténtica boutique de trajes de fiesta de señora, acompañado de un amplio surtido de pares de zapatos y sandalias de ceremonia. Durante unos instantes no daba crédito a lo que veía, ya que, no eran precisamente andrajos. Todo estaba en buen estado, y de hecho el calzado se mostraba, incluso, guardado en sus cajas de origen.

¿Alguien entiende algo de todo esto? A principios de verano, llegué, incluso, a ver al pie de los contenedores, un robot de esos que recorren toda tu casa ellos solitos, y te dejan el suelo como una patena, aunque a mí me siguen dando algo de "yuyu". Quizá al que lo tiró le pasaba lo mismo y se dijo "voy a deshacerme de él antes de que se me suba a la chepa, ó a la mesa, y tenga que compartir cena con él". 

Simplemente sea que, quizá, haya gente que no se haya enterado aún de la existencia del llamado "punto límpio" que existe en todas las ciudades ó municipios, donde hay contenedores para depositar ropa, aparatos electrónicos, residuos de todo tipos, aceites usados, etc... Y para donar alimentos también existen otras formas de hacerlo, pero, claro, siempre es más socorrido lo cómodo, lo cercano...  

Unos bajan la basura con los residuos del día, y entretanto hay alguien que deja lo que parece una compra recién salida del supermercado más cercano a pie de contenedor. Si alguno de vosotr@s no ha tenido tiempo de llenar el carro este finde, os invito a probar suerte bajando a tirar la basura. 

Mientras asistimos a escenas tan surrealistas como ésta, otr@s no podrán hacer la compra en mucho tiempo. Un terremoto ha destruído sus pueblos, con sus tiendas donde ir a comprar lo del día a día, no mucho más tampoco. Pero lo que es peor: les ha dejado sin casa, sin nada, incluso, en muchos casos, les ha arrebatado la vida ó la de muchos de sus familiares.

La desolación es completa, todo se reduce a escombros, a basura. Una en la que no habrá ninguna sorpresa en forma de alimentos de primera necesidad. 

¡Sin lugar a dudas, los supervivientes de la catástrofe de Marruecos no van a encontrar ningún "oasis" como el de esta instantánea!

¿Sequía informativa ó la huella del crimen?

¿Sequía informativa ó la huella del crimen?

¡A los medios de comunicación se les ha aparecido la virgen!  ¡Sí, en pleno verano, y sin tener que esperar al 15 de Agosto!

Muchos periodistas suelen quejarse de la presunta "sequía informativa" de estos meses. He escrito "presunta"... Ha sido sin querer, porque, quizás (sólo quizás), ya me haya contagiado de haber escuchado tantos días este vocablo en televisión.

Lo de que la realidad supera a la ficción no vamos a decirlo una vez más, porque ya sabemos que es así, pero lo que sí supera a todo lo superable es la barra libre de morbo que ha caído del cielo para paliar la famosa "sequía informativa".

Más de 40 personas, cuya vida estaba ya a la deriva, mueren en un naufragio en el Mediterráneo. No sólo se repite una vez más la historia, sino que además de una gran paradoja, ésta sí es una noticia digna de ser contada.

Una tragedia que sucede un día de agosto, en el que a los informativos y programas televisivos que comentan ampliamente la actualidad, además de hacer su trabajo (es decir, ejercer, alguna que otra vez el periodismo), les podría "solucionar" la dichosita "sequía informativa", no?

¡Ah, no, perdón, que ya no hace falta!

¡La sequía informativa ha desaparecido como por arte de magia!

Desde la exótica Tailandia ha llegado un tsunami informativo para quedarse durante mucho tiempo.

Periodistas de todas las cadenas retransmiten como si se tratara de una hecatombe mundial el asesinato que, presuntamente, ha cometido en el país asiático el hijo de una conocida familia de actores en nuestro país.

Claro que sí, hay que estar informados, y si se trata de sucesos, más (piensan algunos). 

Las televisiones empezaron a frotarse las manos el domingo cuando comenzó a circular la noticia. Ya se sabe que estas cosas, aunque sus protagonistas sean anónimos, rellenan horas y horas, días, semanas, y hasta meses... 

Así que no hay que ser un lince para saber que si, además alguno de los implicados es popular, conocido, o ni siquiera eso, ni te lo cuento...

En este caso, el joven acusado de asesinar a un cirujano colombiano en el paraíso tailandés es hijo y nieto de dos grandes actores españoles.

Hace ya tiempo que el periodismo, sobre todo el que se ejerce en los medios audiovisuales, perdió el norte. Pero no importa, hay que hacer audiencia como sea, que, como decía el añorado Chiquito de la Calzada, "está la cosa muy mala" y el share es el share, oye...

Con la emisión de los maratonianos programas que nos cuentan hasta el más escabroso de los detalles, asistimos a un nuevo formato de entretenimiento.

¡Enhorabuena a las cadenas, porque ha nacido el "reality show" por excelencia! ¡Menudo pastón se van a ahorrar sin tener que pagar a concursantes que entren a una casa, ó vayan a una isla caribeña para airear sus trapos sucios y no hacer otra cosa en todo el día que no sea insultarse unos a otros!

¡Qué barato sale hacer esa televisión zafia hoy día, y de paso, con los 40 grados que sufrimos estos días, intentan anestesiar a la gente otro poquito!

Por cierto, los que más criticaban este tipo de "periodismo" son los que ahora se suben a un carro del que no se van a bajar en mucho tiempo.

¡Queda el jucio, queda el veredicto, queda la sentencia! 

Mi veredicto, como el de much@s, ya está dictado:

¡Sois culpables! ¡Todos! Los que dejáis de informar de tragedias de vidas humanas que se pierden, mientras dedicáis toda vuestra parrilla informativa a destruir la vida de familias que ya tienen bastante con digerir lo que tienen encima. 

Aunque quiero pensar que no es toda la profesión, el periodismo está herido de muerte, va a la deriva, como esos pobres hombres y mujeres que se juegan la vida en el mar, y, finalmente la pierden, en el intento de buscar una oportunidad para ellos y sus hijos.

Sus vidas nunca no son noticia. En muchos casos, no lo son ni cuando se quedan para siempre en el fondo del mar.

La mayoría de medios no informan a su audiencia, lectores, oyentes... de esto, y alguno que lo hace, como hoy el telediario de la cadena pública, les dedicaba veinte segundos de "colas". (En el argot televisivo, se refiere a imágenes editadas, sobre las que se puede oir la voz del presentador comentándolas).

¡Enhorabuena a todos los que aplauden el fin de la sequía informativa, y por consiguiente, y parafraseando a la mítica serie televisiva, celebran "La huella del crimen".

¡A los demás les animo a intentar encontrar periodismo (del de verdad) por algún rincón!

¡Qué suerte, con mi edad sigo trabajando en mi pasión!

¡Qué suerte, con mi edad sigo trabajando en mi pasión!

Ahí la tienen. Es ella, todos la reconocemos en las dos instantáneas. En la de la izquierda (pensarán muchos en este momento), la vemos en todo su esplendor: joven y lozana. En la fotografía de la derecha, yo la sigo viendo joven, es decir, llena de vida y con una pasión que traspasa la pantalla.

Alguien que no suele conceder entrevistas, lo hizo anoche en el programa "La matemática del espejo", de TVE, para dejar su esencia en estado puro, como nunca antes lo había hecho.

Mari Pili Cuesta salió un día del madrileño barrio de Lavapiés con apenas 10 años, para convertirse en la grandísima Ana Belén que todos conocemos. A tan sólo dos semanas de cumplir 72, lleva más de 60 interpretando papeles inolvidables en cine, teatro, televisión, y cantando por todo el mundo con esa voz prodigiosa y singular que sólo ella tiene. 

¿Qué ha cambiado desde que empezó a triunfar? ¿Por qué sigue llenando teatros? ¿Será, tal vez (sólo tal vez), porque el talento, la pasión y las ganas de hacer bien las cosas, NO tienen edad? Ella sigue dedicándose en cuerpo y alma a lo que hace, a sus 72 años, y no es que lo haga igual de bien que el primer día. Tiene, además, a su favor, la madurez, el conocimiento y la experiencia que ha ido adquiriendo durante toda una vida

Si hacemos un paseo rápido por algunos ámbitos profesionales, hay multitud de ejemplos muy similares en todos los campos. Empezamos el repaso por una colega suya de profesión: la insuperable Lola Herrera, que a punto de cumplir 88 años, lleva 66 en activo y con el ánimo de seguir...

El gran José Sacristán, que a sus 85 años recorre los teatros de toda España, con más ilusión, y, nunca mejor dicho, más "tablas" que nunca...

Al otro lado del charco, no podemos dejar de mencionar a Clint Eastwood, actor, guionista, y, sobre todo, director de cine en los últimos años, que a sus 93 no hay quien le pare. "Ni falta que hace" (digo yo "por lo bajini").

En el mundo de la medicina, nombres como Luis Rojas Marcos (79), eminente psiquiatra que estuvo al frente de la Salud Mental, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, y cuyo optimismo y vitalidad nos contagia aún hoy.

O el cardiólogo Valentín Fuster, que ya ha cumplido los 80, y que, con toda la razón, nos "regaña" cuando afirma que "vivimos en una sociedad de consumo que se priva de lo más importante: la calidad de vida".

También hay algunos casos en televisión, como el de Pedro Piqueras (Director de Informativos de Mediaset), activo aún a sus 68 años recién cumplidos. O el de sus compañeros, David Cantero (presentador de las noticias de mediodía), con 62, y de la popular periodista y presentadora, Ana Rosa Quintana, que sigue al frente de su programa, con 67 años. También la siempre polémica Mercedes Milá (es quinta de Ana Belén: acaba de cumplir los 72), y ahí sigue, embarcada en mil proyectos, y "dando guerra".

 

Querida Ana Belén ó Mari Pili (como tú misma confesaste que te llamaban en casa), quisiera decirte algo, alzando mi voz con alegría:

¡Qué suerte tienes, que puedes seguir dedicándote a lo que mejor haces, y que no quieras dejar de hacerlo nunca! Tod@s l@s que te seguimos, estamos también de enhorabuena, pero eso es posible, porque, afortunadamente y de lo cual me alegro infinito, nunca has sufrido ni sufrirás el edadismo que hoy día lo preside todo. ¡También tienes suerte de haber encontrado a un compañero de vida, con el que llevas más de 50 años, y con el que, reconociste, "aunque no hay fórmulas mágicas, respetar el espacio y la libertad del otro, es vital". ¡Y yo que me alegro lo que nadie sabe!

Víctor Manuel San José, nuestro Víctor Manuel de toda la vida (cantautor, productor musical y cinematográfico), tu Víctor, cumplirá 76 este verano, y tampoco sufre ningún tipo de edadismo. Además, desde aquí os digo, que es una gran persona. Y pongo como ejemplo una anécdota: un amigo mío, cantautor, injustamente nada reconocido, tuvo la oportunidad de "quedar" con él, a través de alguien hace unos 30 años en el Paseo de la Castellana de Madrid, para entregarle una maqueta. Al chico le surgieron varios imprevistos para no estar a tiempo en la cita, y cuando, por fin llegó, hora y media después, no podía creerse que allí a lo lejos, Víctor Manuel (que ya era el gran Víctor Manuel), seguía esperando, sentado en un banco. (Siempre que lo cuenta, mi amigo dice que para él, al margen del resultado, eso fue lo mejor).

El veterano periodista, Iñaki Gabilondo, que cumplió 80 el pasado octubre, siempre activo y comprometido (por cierto, gran amigo de Ana y Víctor), declaraba, a propósito del edadismo, en una entrevista hace unos días "Creo que es el problema más grande que tiene ahora el mundo".

¡Creo que todo está dicho sin decir nada más! Me gustaría prestaros, a modo de cierre, unas palabras de Ana Belén a los cinco minutos de empezar la entrevista. La pasión con que fueron pronunciadas provocaron en mí una gran emoción.

"Tengo esa suerte, esa gran suerte de con la edad que tengo, seguir trabajando. He elegido algo que era mi pasión desde niña, he podido vivir de ello, y ahora que soy mayor, sigo trabajando en ello: en esa pasión que, desde niña, reconocí".


"La cara y la cruz de la Sanidad"

"La cara y la cruz de la Sanidad"

Es mediodía de un sábado otoñal, 22 de octubre para más señas. Aunque la víspera llovió, la mañana se ha ido abriendo, despejando el cielo y dejando una temperatura agradable. Vuelvo de dar un  paseo por la Avenida de Simón Hernández, una de las vías principales de Móstoles. Ya sé que Móstoles no necesita presentación, pero, por si acaso, os diré que es una ciudad del suroeste madrileño, la segunda en número de habitantes tras la capital de España (alrededor de 210.000 personas censadas). Hay actividad a esa hora en la calle un sábado: matrimonios que vienen de la compra antes de la hora de comer, padres paseando a sus bebés, adolescentes que hablan por el móvil, ajenos a todo... Ajena a todo también iba yo, que simplemente paseaba un rato, cuando antes de llegar a la esquina con la Avda. de Felipe II, me percato de que hay varios grupos de gente parada, comentando entre ellos y mirando a un punto concreto. Al dar unos cuantos pasos más, veo la tremenda escena:  una señora yace en la calle, en decúbito supino ó lo que viene a ser,coloquialmente, boca arriba, y completamente inmóvil

La gente la mira, desde una distancia prudencial, mientras, desde los corrillos se oye de todo: "Dicen que se ha desplomado, y ha caído así, boca arriba", "Madre mía, pobre mujer, a lo mejor se ha abierto la cabeza", "Eso es que le ha dado un infarto y ha caído fulminada". Ya sabemos que en estos casos, nadie se calla, pero, aquí lo importante es preguntar. ¿Alguien ha llamado al 112, ó a quien sea? Es una señora de unos 65 años quien me responde que hace ya rato que su marido llamó a la policía local de Móstoles y a los servicios de emergencia. "Pero están tardando mucho, esto no es normal", añade con preocupación. Yo también empiezo a preocuparme: es angustioso ver a alguien tendido en la calle, que no sabes si está vivo, muerto ó en vías de estarlo pronto si no le llega la atención sanitaria a tiempo.

Casualmente, a unos 18 kilómetros de aquí, es decir en pleno centro de Madrid, todo está dispuesto para que dé comienzo una manifestación que bajo el lema "Por una sanidad pública y de calidad", reúne, sin fisuras, a todos los estamentos de un sector que ya "no puede más". Exigen a la Comunidad de Madrid más recursos para el sistema público de Salud, la mejora de las condiciones laborales de los profesionales y el aumento de la financiación.  Además de las listas de espera para operarse, la falta de de recursos, sobre todo humanos, los visos de privatización, el asunto iba "calentándose" más desde el anuncio reciente de que el gobierno de la Comunidad de Madrid, pretende reabrir los Servicios de Urgencias de Atención Primarias (SUAP, cerrados en la pandemia), sin reclutar más personal, algo que ha causado, con toda la lógica del mundo, un enorme malestar al traducirse esta circunstancia en más precariedad, amén de un exceso de trabajo en las plantillas.
 
Se pueden leer duros testimonios de muchos sanitarios en algunos medios de comunicación escritos que han informado sobre la protesta: "Hemos pasado de ser héroes a que nos den la patada". "Recortes, desmantelamiento y privatizaciones de una sanidad pública que agoniza, por la mala gestión de los políticos que gobiernan la Comunidad de Madrid". "El plan de actuación que tiene el gobierno regional solo va en deterioro de la salud de l@s madrileñ@s, y exigimos que los profesionales sanitarios tengan unas condiciones dignas, para que no tengan que irse a otras comunidades que les mejoran sus condiciones laborales"...

¡Con qué rapidez olvidamos todo, hasta lo más importante! Hemos pasado una pandemia, ellos han estado ahí, en primera línea, dándolo todo, en algunos casos, hasta su vida. Todos hemos estado en sus manos, ahora es el momento de apoyarles, de estar con ellos, de cuidarles, porque, no nos olvidemos, al menos de esto: Cuidar de ellos es cuidar de nosotros, los pacientes, los que ya lo son en estos momentos, y los que lo serán algún día. ¡Mucho salir al balcón a aplaudirles todas las tardes, y, luego, "si te he visto, no me acuerdo"! 
Volvamos a la señora que yacía en una calle de Móstoles, donde, aunque pasaban los minutos, y  no llegaban ni la policía local ni los servicios sanitarios de emergencia, sí lo hacían cada vez más curiosos. Aunque no estaban en la manifestación de la capital, y ni siquiera muchos sabían de su convocatoria, repetían en voz alta cosas muy parecidas: "Parece mentira, si va a hacer media hora que se llamó y aquí no aparece nadie"... "Ay, Dios mío, si parece que la mujer está muerta"... "Ya lo ven ustedes, que a uno le da un jamacuco en plena calle, y ahí se queda tirada, sin nadie que le atienda y se va para el otro barrio en un santiamén"...  De repente, en la lejanía, se empiezan a oir las sirenas, no una sino varias. Cuando se acercan, aquello parece casi una verbena. Según los numerosos testigos, pasa ya de largo la media hora desde que se avisó, y tras descender de un coche la policía local, llega una ambulancia del SUMMA, y otras dos, que, por lo que consigo averiguar, proceden de otros municipios cercanos a Móstoles.  
Algunos de los curiosos comiezan a distanciarse, y otros, directamente, se van. Decido quedarme un rato más, sobre todo por interesarme por el estado de salud de la señora que sigue en el suelo sin mover un músculo. Tras las primeras maniobras de reanimación, consiguen ponerla en la camilla que la sube a la UVI medicalizada. Cuando aquello se empieza  a despejar, abordo con todo el respeto a un sanitario cuyo rostro delata una envidiable juventud. Le pregunto si la señora se va a salvar, me contesta que no lo sabe. Aunque le advierto que no va dirigida a él, lanzo al aire una pregunta en voz alta: ¿Cómo es posible que en una ciudad como ésta, con más de doscientos mil habitantes, tarde casi 40 minutos en llegar la asistencia urgente a alguien que se ha desplomado en la calle? 

El chico sabe que la pregunta no va para él pero la responde, y me dice con los ojos clavados en el suelo: "Si usted supiera, a veces tenemos que hacer malabares para poder atender a todo lo que se nos llama. Falta gente, faltan muchas cosas..." Le miro con empatía  y le transmito toda mi solidaridad hacia él y sus compañeros. Me despido, miro la escena por última vez y doy la vuelta para iniciar el camino hacia mi casa. Voy triste, voy pensando en la señora, ¿Qué será de ella? ¿Tendrá familia? Si es así, ¿Les llamarán pronto? Mientras cruzo un paso de cebra, me digo a mí misma: "Después de ser testigo de algo así, ahora sí que creo que la SALUD (en mayúsculas) es lo que de verdad importa. Pero, claro, si falta, es igual de importante tener quien te atienda, que te puedan atender con rapidez si es algo urgente, porque de ello depende que sigas con tu vida, o, en un instante la pierdas". ¿Vamos a seguir de brazos cruzados? Ya sé que algunos prefieren irse de cañas, y están en todo su derecho, pero algún día, al volver de esa terracita donde te las has tomado, te puedes caer en la calle por diversos motivos, y si no recibes una atención de emergencia, tal vez, sólo tal vez, no puedas volver a quedar con tus amigos para tomarte otra.

"Defendamos la Sanidad pública, defendamos a los profesionales de la salud... 
¡Si ellos están en riesgo... los pacientes también!

Cumbre de la OTAN o de la NATO, tanto monta... monta tanto

Cumbre de la OTAN o de la NATO, tanto monta... monta tanto

Esto de la cumbre de la OTAN me agota. Perdón, hablemos con propiedad: su nombre real es NATO. Casi me mato al resbalar con este nuevo zapato cuando intentaba esquivar a mi gato. ¡Qué inoportunos a veces los gatos, que se te cruzan cuando menos te lo esperas! Es como los madrileños, que, en cuanto se descuidan un poco, les ponen la ciudad "patas arriba".


Me disponía a coger el mando de la tele para acallar de una vez tanta NATO y tanta OTAN, que, como diría alguno, la cosa "tiene pelotas", cuando, de repente, veo en pantalla el siguiente rótulo: "Joe Biden, presidente de EE.UU dice que Rusia no amenaza, sino que está ’otanizando’a Europa". En ese momento ya no sé si estoy al borde del colapso o de un ataque de risa. En décimas de segundo mi cerebro decide que, sin duda, elige la segunda opción. Aunque la risa no se materialice en carcajadas, ya os lo he confesado en alguna ocasión: poseo algo innato, que, obviamente, no es la NATO, sino una capacidad muy especial para reirme hacia dentro...

Con Biden aprendo mi primera lección de este día: cualquier palabra es susceptible de cocinar su propio verbo. "Otanizar", sí señor. Seguramente que no tardando mucho. la RAE le dará las gracias al presidente americano, y por qué no, cualquier día de estos pase a formar parte del Diccionario de la lengua española de tan ilustre institución. Mientras pienso en esto, he "caído" de repente (no hacia abajo), en que yo he visto la traducción en español en la pantalla del televisor, pero él ha dicho la frase en inglés, así que me digo:  el verbo, en versión original,  no es "otanizar"... Y ya no puedo parar de preguntarme, cuál sería el verbo:  ¿Quizá "natar" (de NATO). ¡No puedo con tanto recato! Y mientras, por fin, el mando fulmina cualquier resquicio de la OTAN, mis carcajadas, al fin, brotan, y yo me relajo un rato.

Dicen los de la tele que hay casi dos mil periodistas de todo el mundo para cubrir este evento, en el que además de ejercer como anfitrión, España celebra su cuarenta aniversario en la Alianza Atlántica. ¡Mira que nos gusta a los españoles esto de los aniversarios, y no digo lo de celebrar, aunque no haya motivo por el que hacerlo! Esto me retrotrae a cuando se celebró hace cuatro años a bombo y platillo las cuatro décadas de Constitución, y mucha gente nos preguntamos entonces qué se celebraba en realidad, cuando los artículos de la llamada Carta Magna quedan muy bien cuando se leen en voz alta, pero en la práctica, muchos de los esenciales aún siguen esperando hacerse realidad...
Hablando de realidad, no sabemos a ciencia cierta qué saldrá de esta cumbre, aunque a la gran mayoría se nos ocurre una gran incertidumbre, aderezada de no poca servidumbre, algo que, por otra parte, ya es una costumbre.

A las cifras en el número de informadores, hay que añadir otras como el despliegue de seguridad con más diez mil agentes. Y lo que todo el mundo está pensando. ¿Cuánto cuesta todo esto? El Gobierno estima que sumando todas las partidas que conforman organizar la cumbre, se sobrepasarán de largo los cincuenta (50) millones de eurazos. ¡Quién los pillara! Dicho así podría parecer un bote del Euromillón, pero no, no lo es. Se me ocurre que esa cantidad podría haber tenido un mejor destino, como ayudar un poco más en las ya famosas "medidas anticrisis".
Según Míster Biden & company, la Alianza está lista para responder a cualquier amenaza, y eso que no ha venido en su monoplaza. No, se ha traído a "la bestia" , un coche que es casi tan seguro como un tanque, capaz de resistir misiles y ataques químicos. ¡Lo que viene a ser una estupenda coraza!
 
Esto más que cumbre parece un circo en el que cada uno tiene su papel: esta noche todos a cenar al Museo del Prado, y seguro que nadie se siente hipotecado. Bueno, y que no falte de nada, por favor. Por no faltar, ni los cuadros, aunque no creo yo que las susodichas delegaciones se detengan en admirar las pinturas. Para cuadro, el de Leticia y Felipe (por favor, dejadme que me anticipe, y de paso que flipe),  si tienen que dar la mano a tod@s l@s invitad@s. ¡Menos mal que estas cenas suelen ser frías! Pues nada, que ustedes lo pasen bien, que hasta nuestro presidente está de suerte: va a celebrar su santo, el día de San Pedro sin Pablo al lado, muy bien acompañado, y como anfitrión de la cumbre de la OTAN. o mejor dicho, de la NATO, que, otra cosa no sé, pero Sánchez habla un buen inglés, y ahora os dejo, que ya no puedo más con este estrés...

"Nacer en el lugar equivocado"

"Nacer en el lugar equivocado"

¡No termino de creer lo que veo! Deben ser mecanismos de defensa de la mente para que, cuando la crudeza y la tragedia se nos muestran sin filtros, nos proteja de un horror que parece sacado de la última serie de moda. Pero no, me digo, cinco segundos después. ¡No es ficción, Dios mío, esto está pasando, y, lo peor: se está consintiendo!

Aunque esto era la crónica de una guerra anunciada, no por ello se hace más leve cuando, al final, llega. Ahora, incluso podemos asistir en directo, como si fuera una premier, con butaca de patio, sin movernos de casa, y ni siquiera pagar  una suscripción a una plataforma de streaming... Sé que es horrible lo que digo, pero, también, como la propia guerra, es una verdad indecente. 

Ayer ya nos levantábamos con la noticia y las imágenes del primer ataque ruso a Ucrania, y hoy desayunamos con la entrada en Kiev por parte de las tropas de Putin. Ya sé que a la gran mayoría nos invade un tremendo rechazo junto a un enorme sentimiento de tristeza, y, sobre todo, de empatía y solidaridad hacia un pueblo que va a ser masacrado. Pero, aún así, si, por un momento, intento mirar la escena desde fuera, no puedo dejar de lado lo vergonzoso que supone que una tragedia de estas dimensiones, al mismo tiempo, implique una millonaria audiencia de espectadores que siguen la catástrofe en tiempo real. No se vaya a enfadar nadie, no me refiero al derecho a la información. Es sólo que no puedo darle "normalidad" a que mientras unos caen, huyen y ven cómo su vida se hace pedazos, otros asistimos a ello en calidad de espectadores. ¡Ni unos ni otros tienen la culpa! Hablando de culpa, o mejor dicho, de culpables... La megalomanía de Putin, junto a otras "virtudes" que recuerdan demasiado a otro fanático que la lió "parda" durante el siglo XX, no conoce fin. Dicen algunos que ya intuían lo "peligroso" que parecía, pero, aquí también, siempre, la realidad supera a cualquier intuición imaginada.

No sabemos cuántos capítulos tendrá este reality de gente anónima que se juega la vida sin premio de por medio, y que más parece el último videojuego de "a ver quién mata a más personas hoy"... Lo que sí sé es que hay cosas con las que ya uno no puede: el instante en que he visto unas imágenes de niños recién nacidos que habían sido trasladados de la maternidad donde acababan de llegar al mundo, a otro lugar más "seguro". Mientras pulso el botón de apagado del mando no puedo dejar de pensar en la paradoja que supone el nacimiento de esos niños: la vida intentando abrirse camino entre la destrucción, el caos y la muerte

Voy como un autómata hacia la cocina con la intención de prepararme algo para comer, y, aunque sé que no pueden escucharme, me descubro hablando con ellos en voz alta: "¡Ojalá consigáis sobrevivir y tener una vida plena!"...  Diez segundos después vuelvo a escucharme como si se tratara de otra voz que no es la mía: "¡Qué impotencia, y qué injusticia que el destino de tu vida venga dado por el lugar en el que naces!"

Una horrible idea cruza mi cabeza, y se instala en ella sin que pueda detenerla, con forma de pancarta: 

 "Nacer en el lugar equivocado"

Homenaje "Abogados de Atocha": el recuerdo construye

El 24 de enero de 1977, un grupo de extrema derecha, pistolas en manoirrumpió en el despacho de  los abogados laboralistas del número 55 de la calle Atocha, en Madrid. Nueve personas fueron acribilladas a balazos. Fallecieron los abogados laboralistas F. Javier Sauquillo, Javier Benavides, Serafín Holgado, Enrique Valdevira y el trabajador Ángel Rodríguez. Resultaron heridos graves Alejandro Ruiz-Huerta, María Dolores González, Luis Ramos y Miguel Sarabia.

El entierro se convirtió en la primera manifestación multitudinaria que se recuerda en Madrid en aquellos días convulsos. Miles y miles de ciudadanos anónimos se echaron a las calles arrastrados por el sentimiento nacido del rechazo a la sinrazón, a la barbarie y a la injusticia. Con su pacífico "basta ya" y sus muestras de solidaridad y apoyo, estaban , sin saberlo, contribuyendo a levantar los cimientos de lo que sería la democracia.

El atentando pretendió detener el proceso democrático recién iniciado. En contra de todo pronóstico, el suceso provocó una manifestación de dolor común compartido: impotencia y rabia que se convertían en una concentración pacífica y de duelo.  Aquel sentimiento popular inauguró,  en parte, el viaje a la democracia, que se consolidaría el 15 de junio de 1977 en las urnas (Las primeras elecciones tras la dictadura).

El destino de España estaba en marcha. Esto no pretende ser una crónica de aquellos días: para eso, sólo hay que acudir a las hemerotecas. Por entonces, yo era aún una niña ajena a todo lo que estaba ocurriendo.  Lo único que puedo contar es la experiencia que viví, muchos años después y ya como periodista, al dedicar en televisión un programa especial en el 25 aniversario. Cuando saludé a Miguel Sarabia, uno de los supervivientes de aquel horror, antes de entrar al plató, pude intuir la fortaleza y humildad de un hombre que cumplía por esos días 25 años de su segunda vida. Entre varios invitados, su grandeza se puso de manifiesto enseguida, al notar todos los que allí nos encontrábamos, que, en absoluto, quería acaparar el protagonismo. Nunca olvidaré que, aunque mi condición de periodista no debía permitirlo, esa noche pudo más el ser humano, y la emoción afloró al ser testigo de todo lo que allí se contó. No creo que se pueda relatar en primera persona un hecho tan cruel con un realismo tan sobrecogedor, pero, al mismo tiempo, ausente de todo morbo o sensacionalismo.

Recordar cada año, éste y otros hechos que forman parte de la Historia reciente de nuestro país ayuda a comprender que todo lleva un proceso, y las cosas, como creen algunos (o quiénes simplemente lo desconocen), no aparecen  de un día a otro. Quiero traer aquí algunas de las palabras que aquella memorable noche Miguel pronunció, recordando un proverbio árabe  "Si se cerró la herida, queda la cicatriz, y esperemos que esta cicatriz tenga su sitio en la Historia, sobre todo, para que nunca se repita".

Me gustaría terminar con un párrafó del libro "La memoria incómoda. Los Abogados de Atocha 1977/2002", de Alejandro Ruiz-Huerta, otro de los supervivientes de aquella barbarie.

 "Entre 1976 y 1977, en el tiempo que habría que llamar ’el corazón de la transición’, hubo más de 100 personas muertas o heridas en atentados que pueden considerarse políticos. Y como dijo una vez Paul Eluard, y recoge Gregorio Peces-Barba en el prólogo del libro sobre los hechos de Atocha: ’si el eco de su voz se debilita, pereceremos’. Porque es preciso mantener encendida la luz de la memoria para construir desde ella, a pesar de ella, un futuro mejor"

"El tiempo: ese gran enemigo"

"El tiempo: ese gran enemigo"

 

En una de sus últimas canciones, John Lennon decía que la vida es aquello que te sucede mientras estás ocupado en hacer otros planes.  ¡Ni él mismo llegó a saber cuánta razón tenía al afirmarlo!  Casi nunca somos conscientes del tiempo que “desperdiciamos” en planificar el futuro (algo, por otra parte, completamente absurdo), mientras se nos escapa de las manos el día a día. Si os digo que, hoy por hoy, es lo que más impotencia nos causa ¿Lo pondriáis en duda?

Hace mucho que no quiero escuchar la voz interior que, de vez en cuando, y con insolente crueldad, me recuerda que el tiempo nos está devorando sin tregua. Nuestra mente no descansa, o, quizá debería decir, nosotros le negamos ese descanso, ocupándola en enumerar todo lo que debemos hacer cuando amanezca el nuevo día. Después, cuando ese día llega a su fin, la torturamos haciéndole ver que no se ha cumplido ni la cuarta parte de lo planificado.

¿Qué nos pasa? ¿Se ha esfumado la capacidad de disfrutar el presente? ¿Quién sabe que ocurrirá mañana? ¿Acaso sabemos si estaremos aquí aún?  Son muchos los que defienden el vivir cada día como si fuera el último. Pero tampoco sabemos a ciencia cierta qué haríamos si ahora mismo nos asegurasen que no habrá un mañana.

También oímos con mucha frecuencia que hay que disfrutar de las pequeñas cosas, que la felicidad es algo abstracto y un concepto relativo. ¡Cierto: cada uno puede construirse su propia “felicidad” a base de momentos! ¡Y cada instante es único, y eterno al mismo tiempo, si nos lo proponemos!

Lo irremediable y paradójico, es que, por mucho que queramos, ese presente, se convierte en pasado en cuanto se ha vivido. Para eso sirve el recuerdo, entre otras cosas: para evocar esa imagen placentera, que se acaba de vivir, o que, por el contrario, ocurrió hace tiempo. Por muy nítido que ese pasaje llegue a nuestra memoria, nunca será como vivirlo de nuevo, y ahí es donde, sin buscarla, llega la nostalgia. ¡Es el riesgo que se corre! Y, llegados a este punto, lo dijo Sabina hace años en una vieja canción.

“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”

No quiero cansaros en un día en que, quizá, esté lleno de recuerdos, recientes o antiguos. O, tal vez, algunos estéis muy ocupados preparando el futuro, y, cuando llegue, es posible que ni os déis cuenta. En cualquier caso, recordad siempre lo que dejó escrito el gran Flaubert, del que, por cierto, en estos días se cumplen doscientos años de su nacimiento:

"El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente"