Las víctimas silenciosas
Aunque, por desgracia, nos hemos acostumbrado a escucharlos diariamente en las noticias, y más de una vez al día, hace relativamente pocos años que los términos “violencia de género” ó “violencia machista”, fueron acuñados. Escandaliza darse cuenta en estos momentos que tampoco hace tanto tiempo en que esto era considerado "sólo un problema de puertas para adentro", "un asunto de cada pareja", y, no de la sociedad. Eran habituales las conversaciones entre los vecinos, que, a veces, escuchaban peleas y golpes a través de las paredes “de papel de fumar”, de algunas viviendas, y al día siguiente lo comentaban en el portal ó comprando el pan, como si tal cosa: “Yo estuve a punto de llamar a la puerta, pero uno no puede meterse en temas de pareja, son cosas muy delicadas”, ó “Déjate tú, que, por menos de nada, te ves metido en un lío de tres pares de narices”. Siempre quedaba encima el comentario de una de las vecinas más veteranas de la comunidad: “Ya ¿pero no creéis que algún día va a pasar algo gordo, y entonces ya será tarde?”
Lamentablemente, esas previsiones se han cumplido ya demasiadas veces, y costó mucho dar visibilidad social al drama, y que fuera considerado uno de los principales problemas que sufre nuestra sociedad. Era intolerable esa violencia indiscriminada hacia las mujeres por el mero hecho de su condición como tales.
En los últimos años, en los que gobiernos de un lado y de otro han “hecho ver” que se estaba “haciendo mucho”, nadie entiende qué está pasando en realidad cuando muchas veces los informativos de televisión ya no tienen tiempo para contar tantos casos de crueldad contra las mujeres, y tantos de corrupción. No es un chiste, pero, de hecho, algunos días, podrían hacerse telediarios “monográficos” con uno u otro asunto.
Esta mañana, mientras desayunaba, estaban abordando el drama en uno de los programas matinales, dado el aumento de casos con trágico final en los últimos días. En la imagen, podíamos ver, a la derecha de la reportera a una joven, que lidera un colectivo recién constituído con el nombre “Avanza sin miedo”. La iniciativa ha surgido de esta chica que acaba de cumplir su mayoría de edad, y se ha propuesto ayudar a las víctimas más jóvenes. Me era casi imposible seguir mordisqueando la tostada mientras leía el sobrecogedor rótulo sobreimpresionado en pantalla: “LAS VÍCTIMAS SILENCIOSAS”: un juez la obligó a vivir con su padre a pesar de ser un maltratador. Patricia Fernández es una mujer muy joven, y con un coraje digno de admiración: “El problema es que los menores no tienen representación alguna y no pueden pedir ayuda directamente. Al cumplir la mayoría de edad, me animó a dar el salto y fundar la asociación", recordaba.
En el caso de Patricia el maltratador fue su propio padre, que primero lo había sido de su madre, pero lo terrible es que aumenta año tras año el número de chicas maltratadas por su novio, pareja, ex, o, incluso amigos. No puedo relatar lo que he sentido en más de una ocasión, al presenciar en la calle cómo un “gallito” de 17 ó 18 años iba insultando a la chica que llevaba al lado, que, la mayoría de las veces, y por paradójico que resulte a estas alturas, reaccionan como si fuera lo más normal del mundo. A veces he pensado por un instante, que debían haberme metido en la máquina del tiempo y trasladado a principios del siglo XX. No, chicas, NO, no lo permitáis, no le pertenecéis a nadie, y nadie os puede obligar cómo debéis ir ó no vestidas, o que les enseñéis vuestro móvil a cada momento a esa persona que se supone que os quiere, y que no es más que un inseguro y desconfíado. Es un momento de vuestras vidas que no merece ser vivido así. ¡Por Dios, no permitáis que un tirano decida como teneis que vivir!
Hace muchos años, tuve la oportunidad de ver un caso muy cercano, y gracias a todos los que pudimos echar una mano en aquel momento, aunque costó lo suyo, hoy día, afortunadamente, aquella ingenua adolescente de 16 años no es una más de las mujeres asesinadas por su entonces primer novio, y que vemos en las noticias prácticamente a diario.
A la izquierda de la reportera, responde al micrófono que ésta sujeta, Marisol Ortiz, la madre de Eliana, de 27 años, que fue asesinada hace tres semanas en su casa de Madrid. Después del drama, viene el otro: Eliana ha dejado dos niños huérfanos de 3 y 8 años, que fueron llevados a un centro de acogida, y cuya tutela ahora reclama su abuela Marisol. Está bien que, en un principio y hasta saber la situación familiar los niños no queden desamparados, pero resultaba desgarrador esta mañana, escuchar de boca de la propia Marisol, que se le “cae el alma a los pies”, cuando los niños se abrazan a ella y le gritan que quieren volver a su casa. Ésta sigue siendo la burocracia española, la del “Vuelva usted mañana” de Larra en el siglo XIX.
Claro que hay mucho por hacer, pero sería importante que las instituciones “sociales” no añadan más leña al fuego. Recordemos que están para ayudar, no para agrandar el problema.
Y, aunque suele alcanzar mucho más eco la agresión física, alcemos todos nuestra voz contundente: “Ni golpes que duelan, ni palabras que hieran”. Por favor, basta ya, y no lo grito por ser mujer. ¡Basta ya a cualquier tipo de maltrato, acoso, o terrorismo!
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