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“Un bufón en la corte del rey Arturo”

“Un bufón en la corte del rey Arturo”

Dicen que en estos días veraniegos (aunque en algunas ciudades vayan con chaqueta y bufanda, a primera hora de la mañana) no se consume tanta televisión. No sé yo, no sé… Algunos la encienden dos minutos antes de las noticias de mediodía, aunque muchos se excusen en que es por ver el tiempo, y, “ya que estamos”, los titulares…

¡Cuidado con los titulares, que son más nocivos de lo que parecen a priori! Amén de los espantosos sucesos que aparecen cada día en pantalla con la misma normalidad que al rato se exhibe el último anuncio de refrescos light, hay imágenes que pueden herir la sensibilidad del espectador. La pesadilla de volver a ver en pantalla un primer plano de Arturo Fernández (no confundir con el actor asturiano) no tiene nombre. Eso se avisa, y más si es antes de comer.

Por cierto, este señor debería haber sido “popular, conocido” por haber “dado de comer” a muchos trabajadores de este país. A modo de recordatorio, podemos citar, entre muchos otros, a los empleados de Televisión Española, a los del Congreso de los Diputados, a los de la Asamblea de Madrid, de Ifema, Telefónica, algunos Ministerios …  etc… Pero no, su notoriedad en los últimos cuatros años viene dada por noticias de las que nadie querría ser protagonizar.

El que fuera presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid, presidente de CEIM (la Confederación de empresarios madrileños), y vicepresidente de la CEOE (la patronal de empresarios de toda España), parece “encantado de la vida” de saltar de nuevo a la primera plana. Ahora dicen que Arturo, el invencible Arturo, podría perder su casa de Madrid, o quizá, también otra que tiene en Andalucía, que le sirve de descanso. Aunque yo no me preocuparía, porque si este señor transmite algo, es la imagen de alguien bien descansado (recuerden que, aún teniendo las propia, se echaba la siesta en casas ajenas).

Este “señor” ha estado siempre muy bien alimentado, que, para eso era el dueño de un imperio  hostelero donde casi no se ponía el sol, y no necesitaba pagar para comer, pero, aún así, era un señor como deben ser los señores, y él pagaba en sus restaurantes. Eso sí, pagaba con una tarjeta llamada black, que en castellano quiere decir negra. Ése podría ser otro de los adjetivos que cuadran con la trayectoria (¿O, podríamos decir, vivencias, que queda más literario?) de este personaje, que parece sacado del “Lazarillo de Tormes”. Todo lo que le rodea siempre, parece algo “oscuro”, aunque él vive en su propio mundo y dice que no hay nadie más transparente.

El señor regordete y bajito, con pinta de campechano, vuelve a ser noticia por no pagar los créditos concedidos por una empresa de capital público, bajo los mandatos de Esperanza Aguirre e Ignacio González, ambos ex presidentes del gobierno de la comunidad  de Madrid. Traducido, para que se entienda bien:  el dinero de los madrileños.  Lo que más rabia me da, querido Arturo, es que no se te haya "pegado" nada de la oratoria de tu compañera de pupitre. Supongo que en aquellos lejanos días la llamarías Espe, o Esperancita.   Es insufrible que alguien que ha ostentado esos cargos, que se ha relacionado al más alto nivel, tenga menos facilidad de palabra que Toño Sanchís, y ya es decir…

Y ya, el colmo de los colmos, es que incluso haya estado en boca de todos por su presunta implicación en un importante caso de desvío de fondos en cursos de formación. ¡Hombre, lo primero es invertir en uno mismo!  ¿Qué te habría costado aprender algo de gramática y, dar alguna "patadita" menos al diccionario? Nada, y, nunca mejor dicho. ¡Vamos, que te habría salido gratis.

Sin embargo, hace un mes, cuando el juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, lo sometió a un duro interrogatorio sobre su posible implicación en la Púnica por haber financiado, presuntamente, al PP de Madrid, a cambio de conseguir la concesión del servicio de cafetería y restaurante del parlamento autonómico de esa comunidad, Arturo Fernández, impávido, respondió que, por aquel entonces, él “estaba de moda, y era cuestión de prestigio", aunque ya se sabía de antemano que la cafetería de la Asamblea daba pérdidas.

El pequeño “rey Arturo” y sus caballeros de la Tabla Redonda, han estado “de moda” demasiado tiempo, pero muchos ciudadanos le dirían hoy que no les gusta nada, esa “moda” de no pagar a sus empleados las nóminas de un montón de meses. En aquel momento, muchos de ellos quizá podrían “ir a la moda” (ellos y sus hijos), porque no tenían nada que llevarse a la boca, y así, volverían a ponerse la ropa que se les hubiera quedado pequeña. A algunos, incluso, se les registraba a la salida de sus centros de trabajo, para ver si escondían comida para llevar a sus casas. ¡Sí señor, sí! ¡Así eran las cosas, pero así nadie se las ha contado!

Señor Fernández, aunque su perfil no es el que hoy día se da en llamar el de un “influencer”, la realidad, como ya sabemos, supera a la ficción, y siempre habrá alguien que se mire en usted, para crear tendencia. En cualquier caso, si va a seguir saliendo en la tele, yo le sugeriría pasar por “Cámbiame”, y ya puestos, con su nueva imagen, hacese un 2x1. De este modo, tal vez los productores televisivos puedan ver su perfil como el fichaje estrella para la próxima edición de “Supervivientes”. ¿Quién sabe si no es, incluso, uno de los pocos sueños que le quedan por cumplir en su vida?  ¡¡¡Allí sí que podría “matar dos pájaros de un tiro”!!! Vamos, quien dice dos, dice unos cuantos… Además de volver más esbelto que el mismísimo Juan Miguel, tendría tiempo para trabajarse como persona, mientras vive con lo básico, no gasta nada en efectivo, ni en tarjetas black (que allí no las aceptan), no dimite (ni en directo, y menos aún en diferido). No piensa en nuevos concursos de acreedores (sólo en dar juego en "su concurso", ni en siestas en chalés del Viso, ni en nada que le cause dolor de cabeza.

Le auguro inolvidables siestas bajo las palmeras, y un bronceado espectacular si consigue estar los tres meses. Y, quizá, aunque no se lo proponga, puede que, cuando, alguna mañana se dé cuenta de que allí “pescar” no es tan fácil, se acuerde de su pasado más reciente, y consigamos ver, ¿su lado humano? Lo peor, no quiero ni pensarlo: cómo van a sobrellevarlo sus posibles compañeros de supervivencia…  Pero, como dijo Mark Twain en su inolvidable “Un yankee en la corte del rey Arturo”:  “No te puedes fiar de los ojos cuando tienes la imaginación desenfocada”

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