Blogia
comunicarparavivir

"To VIP or (simplemente) not to be"

"To VIP or (simplemente) not to be"

Salgo de ver el documental “Nacido en Siria”. Aquí no sale nadie VIP, aunque eso ya lo sabía antes de ir. Agradezco en mi rostro el aire fresco de la noche, aunque no sea suficiente para que mi cerebro logre arrinconar tantas imágenes de dolor como ha registrado en hora y media.

Aunque no sea necesario aclararlo, el término VIP proviene de las siglas en inglés correspondientes a los vocablos “very important person”, o lo que es lo mismo “persona muy importante”. Un paso rápido por el diccionario nos recuerda el significado de esta última palabra:  “lo que tiene importancia o relevancia por su valor, magnitud, influencia u otras características”.

Ahí parece estar la clave: ¿A quién le importa lo que les pase a todas estas personas que han tenido que huir de su país porque los bombardeos lo han dejado como un solar? Es conveniente recordar que a muchos no les ha dado tiempo a hacerlo, porque les han matado las bombas de unos y de otros antes; es conveniente recordar, también, como hace este documental, que muchas de estas personas son niños que han dejado de serlo de un día para otro. Muchos de ellos, paradójicamente, y, aunque de corta edad, son los que cuidan de uno de sus padres, herido ó enfermo, o las dos cosas juntas, a la vez intentan reunirse con los pocos miembros de la familia que aún están vivos, y miran a todo con los ojos muy abiertos, con los ojos de quien quiere despertarse ya y ver que todo era una horrible pesadilla.

Pero no, la pesadilla lo es. Es pesadilla, pero, además es de verdad, porque el poco rato que duermen vuelve a ellos una y otra vez. Los testimonios que vemos pasar en la pantalla son espeluznantes: estoy sentada en el auditorio junto a dos señoras que, en muchos momentos se tapan los ojos, y, aunque normalmente la gente no habla en el cine, esto no es el cine, aunque haya pantalla y butacas. El auditorio está lleno, pero muchos de los que están allí no pueden frenar la emoción que les embarga a través de algunas exclamaciones, como: ¡Qué horror! ¡Qué pena de criaturas! ¿Cómo se puede consentir esto a estas alturas?

Tras la proyección, asisto a una mesa redonda en la que participan miembros de una organización, que, sin ningún tipo de infraestructura, decidieron hace unos meses que algo tenían que hacer, y claro que lo han hecho. Han logrado “despertar” a muchos ciudadanos de ese letargo en el que llevamos tanto tiempo sumidos, y con mucho trabajo, y sobre todo esfuerzo y voluntad, han conseguido gracias a la solidaridad de muchos ciudadanos sensibles, llevar a una especie de campo en Grecia donde permanecen hacinados casi 60.000 personas, una gran partida de alimentos básicos, artículos de higiene y pañales.

Cojo el bus de regreso a casa y en mis oídos aún resuenan los testimonios de Jesús y Ricardo, de “Móstoles sin fronteras”, que vivieron ese viaje a Grecia, y han contado en primera persona algo de lo que han visto. Uno de ellos, tras relatar la desolación de cómo están, y de que, nada indica que vaya a ir a mejor, sino todo lo contrario, se emociona mientras dice que no entiende cómo algunos niños aún sonríen. “Es mágico ver allí una sonrisa. Toda una lección para nosotros, que casi no podemos controlar las emociones, y con la tranquilidad de que unos días estaremos en casa”, asegura.

Finalmente, yo también he llegado a la mía. Mientras voy a quitarme la ropa y ponerme algo más cómodo, ya he decidido que no voy a cenar: tengo el estómago encogido y no puedo quitarme de la cabeza el dolor inhumano que los niños han relatado con un realismo sobrecogedor.

Cojo un libro y me siento, pero tampoco soy capaz de concentrarme en la lectura, y acabo poniendo la tele, algo que últimamente no practico mucho. Empiezo a hacer zapping: películas empezadas, concursos que repiten: tanta opción y tan poca “chicha”. De repente, mientras mi dedo pulsa repetidamente el botón del mando, veo una imagen que me llama la atención, y me detengo ahí.

Es ella, ahí está omnipresente, omnipotente, presente, prepotente, pero con disfraz de cordero esta noche. Sus lágrimas de cocodrilo en un primer plano estimulan mi curiosidad, y anestesian momentáneamnete el dolor por lo vivido hace un rato.

Es Aída Nízar, sí, aquella que fue a Gran Hermano hace mil años, y tras sólo una semana en el concurso lo rentabilizó como nadie. Aquella chica morena, que hablaba en tercera persona de ella misma, y decía que era descendiente de la familia real de Jordania, aterrizó en algunos programas, de los que no salió al final muy bien parada. Su incontinencia verbal no dejaba títere sin cabeza, llegando incluso al insulto. Fue despedida una vez, y, aunque anduvo en televisiones locales y hasta en los tremendos “call tv’s” de madrugada, consiguió volver a la primera división.

El nombre de su sección (“Sálvese quien pueda”), para el polémico y exitoso “Sálvame”, de Telecinco era ya en sí mismo un augurio de cómo podían acaban las cosas. Al final, no se salvó ni el tato, y la cadena de Fuencarral la puso de patitas en la calle por segunda vez. Pero ahí está de nuevo, sin responder a una sola de las preguntas del presentador, con el que, por cierto, estuvo también años enfrentada, y marcándose un monólogo que ríete tú de los del malogrado Fidel.

De repente y ante el rótulo que leo en pantalla, salgo de mi estado de semianestesia, y no doy crédito a lo que oigo. Ella cuenta, llorando a moco tendido, que no sabe cómo ha podido sobrevivir a los casi cuatro años en que ha estado apartada de la televisión. Lo ha pasado fatal, la vida no tenía ningún sentido para ella, llegó incluso a renunciar al amor de su vida por volver a tener una oportunidad. Pero, sobre todo, (por favor, que conste en acta): Ella ha nacido para comunicar, para trabajar haciendo programas de denuncia social, porque lo suyo es “ayudar a la gente”. Llega incluso a insinuar que estaba ya al límite y no sabe lo que hubiera podido hacer. Aquí ya llega un momento en que estoy a punto de perder el conocimiento, la razón, la paciencia, o todo a la vez. Con esas cosas no se juega, Srta. Nízar. Puedo imaginar cómo se habrán sentido al escucharla miles de personas con problemas de verdad (de los que usted no tiene ni idea, aunque llegó a tener la insolencia de asegurar que al perder su sección hace cuatro años, alguien también habrá perdido su casa, ya que ella no estaba allí para denunciarlo y ayudar.

 Ahora que tiene tratamiento de VIP, porque ha entrado en la casa de Gran Hermano VIP, ganándose la enemistad de todos y cada uno de los habitantes desde el minuto uno, podría aprovechar y hacerse uno de esos viajecitos por el mundo, a los que es tan aficionada. Ahí va una sugerencia: podría visitar Jordania, por ejemplo, ya que su padre nació allí, y usted es mitad jordana, habla árabe, y se desenvuelve como pez en el agua. ¿Ha pensado, Srta. Nízar, que, quizá, podría hacer su sección de denuncia social, casi en plan periodismo de investigación? Sí, como lo oye. Muchos de los sirios que han salido huyendo de su masacrado país, se han refugiado en la vecina Jordania. Intente averiguar cómo se encuentran, qué necesitan, cómo es su día a día, y si tiene usted tanta vocación de ayudar, de denunciar las injusticias, podría utilizar sus relaciones de parentesco con las altas esferas y así, intentar que, por una vez, y sin que sirva de precedente, alguien dispense una consideración a estas personas, a estos niños que lo han perdido todo, y consigan ser, sino directamente vips, importantes para alguien, o, simplemente, "SER".  Otra cosa:  no creo, que de momento, aunque usted se ponga con el megáfono a vociferar su último slogan, ninguno de ellos, vaya a “adorar su vida”, como por arte de magia. Creo que llevará un tiempecito, o quizá es usted también maga, y consigue hacer un milagro. ¡No sabe cuánto me alegraría!

¡Ah! Una última cosita. Ya, ya sé que soy muy pesada. Debo reconocer que es en lo único que nos parecemos, o quizá no. Yo también nací para comunicar, yo también he trabajado en televisión muchos años, donde he sido muy querida por los espectadores, por cierto, durante mucho tiempo en programas de denuncia social, que me han traído muchas alegrías al ver cómo se conseguía una labor de servicio púbico, a la cual respondían Ayuntamientos e Instituciones, comprometiéndose a solventar lo que se denunciaba. Señorita Nízar, yo también llevo tiempo intentando volver a la televisión, pero, si no vuelvo, tampoco pasa nada. Como cantara hace años Rosa León en “Cuenta conmigo”, adaptación de Víctor Manuel de la letra de Chris de Burg: 

Hay tanto por hacer…

Hay tanto que aprender…

Hay tanto que cambiar…

Cuenta conmigo ….        

                                          ... “Para lo que de verdad importa”

 

Acuñemos una nueva acepción de VIP:  “Vive intensamente participar”

2 comentarios

María José -

Y yo me pregunto: ¿Qué hace Aida en la tele? ¿Denunciar? ¿Entretener?. Quizá sea el reflejo de esta sociedad despojada de habilidades sociales. Una sociedad que no se toca porque prefiere esconderse tras un alias y vivir una vida cibernética...quiero ser optimista, convencerme de que el cambio es posible, resistir con todas mis fuerzas a la brutalidad de la guerra (interna y externa).

Carlos -

¡Verdades como puños!.