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¿EL TIEMPO PASARÁ?

 Ya estamos otra vez aquí, a 31 de diciembre, esperando que “nos den las uvas”, y “sin vender una escoba”.  ¡Hay que jorobarse! (Por no decir algo que suena peor). SÍ, los que aún no os lo creéis: ya ha pasado un año de aquella noche en la que estrenábamos este 2013. Algunos se aferran como a un clavo ardiendo, a lo de que se acaba la “mala suerte” con su marcha (por aquello del 13). Otros suman los números que componen la cifra 14, y el 5 que da como resultado no les dice nada. Son mayoría, quiero pensar, los que, a pesar de los pesares, han sabido guardar, no sé muy bien cómo, un resquicio de esperanza.   

Esa vocecilla interior a la que he aludido en otras ocasiones, se pone de repente en modo ON, y me susurra al oído: 

“Coraje de vivir que diría Lola Flores, vivir derrochando coraje es lo que os está haciendo más falta que el comer. Hay que “tirar palante”, ahora más que nunca. Como dicen en algunos sitios, “patrás” ni pa coger impulso, y así debe ser. El pasado no es nada, ha dejado de ser. Es una nube borrosa, que se desdibuja, o ya casi ni se divisa. El futuro tampoco es nada, al menos nada tangible, porque nunca estaremos en él. Cuando llegue, ya será presente, el único tiempo que cuenta. Es en el presente donde vivimos, o donde nos “desvivimos” por tanto pasado ingrato y tanto futuro incierto. Por este motivo,  no lo estamos viviendo de verdad, pero me temo que es la única cosa que os debe preocupar.

Mañana, a estas horas, será año nuevo. Muchos estaréis empezando a hacer la digestión de otra comilona más. Otros la perdonarán directamente porque acabarán de acostarse, con un resacón de aquí te espero. Muchos no tendrán ni comida,  ni resacón: seguirán, simplemente, esperando. Casi todo el mundo se habrá hecho en las primeras horas del recién estrenado 2014 un sinfín de buenos propósitos, y, en definitiva, de anhelos de cambioDemasiada teoría, siempre, y práctica casi nula .

¿Por qué? Enigmas del ser humano, que se acomoda, se acomoda, y, consciente o inconscientemente, piensa que ya habrá tiempo, que éste es inagotable. Y así es en realidad, así viene siendo “desde tiempos inmemoriales”, que diría si esto fuera una novela, y no cuatro reflexiones mal puestas. Hasta las canciones más nostálgicas  lo proclaman. ¿Quién no recuerda “El tiempo pasará”? Cuando Ingrid Bergman, le pedía al viejo Sam que la tocara otra vez, en un intento por recuperar aquel París, que “siempre nos quedará”, poco podía imaginar la bella rubia de “Casablanca” que el tiempo no pasa. Alguien a quien yo quise mucho, y que si aún viviera, tendría ya la catalogación de centenaria, me dijo, siendo yo niña, algo que no he podido olvidar: “El tiempo no pasa, los que nos pasamos somos nosotros”. Verdades de esta magnitud sólo las arrojan quienes, a pesar de su escasa formación, se han licenciado muchas veces en la universidad de la vida. Una vida en la que no han faltado la risa, el llanto, una guerra, el trabajo duro y la escasez, pero, sobre todo, el amor y la entrega a los demás.

Quien asevera con rotundidad que somos nosotros los que nos “pasamos” y NO el tiempo, sólo puede ser alguien que ha vivido, intensamente la vida. Para bien y para mal (lo intenso es así)".

Parece que la vocecilla se ha callado de una vez. Menos mal, porque ahora soy yo quien pronuncia en voz alta estas palabras ante un auditorio invisible:

“Personas anónimas y ajenas a la sabiduría que atesoran en su interior. Me enorgullece saber que yo tuve la suerte de conocer a una de ellas y compartir muchas vivencias”.

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