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Noticias en la basura ó La basura de las noticias

Noticias en la basura ó La basura de las noticias

Cuando ya no puedo más, ordeno con mi dedo al mando a distancia que silencie esa voz. Pero el gesto no es suficiente. La voz calla, pero por encima de ella se alza la imagen: contundente, agresiva y desafiante. Ya no es necesario ir al circo para ser espectadores del “más difícil todavía”. Y mucho menos al cine: hace ya mucho tiempo que la realidad superó con creces a cualquier atisbo de ficción.

Decido, por tanto, fulminar también la imagen y salir, antes de que se esfume el sol, a caldear un poco mi corazón y a recibir el aire frío de noviembre en el rostro. Una voz interior me dice que eso me ayudará a despejarme y  a evadirme un rato de esta ingrata realidad. No tardaré mucho en comprobar lo equivocada que anda esta voz, a la que, por cierto, no puedo silenciar con ningún mando.

Tras cruzar el paso de peatones que hay frente a mi portal, me detiene una escena que mi retina acaba de captar. ¿Cómo contarlo?  No, prefiero recurrir a la imagen, porque temo que mi descripción no sea lo suficientemente “gráfica”.

Miro de nuevo la secuencia y, por un momento, me inquieto ante la posibilidad de que el hombre que tiene medio cuerpo en uno de los contenedores de la basura, acabe cayendo de cabeza, y sea engullido por éste, debido al simple efecto de la ley de la gravedad. ¡Qué paradoja acordarse de esta “gravedad” ahora, cuando la “gravedad” de la situación actual es lo que le ha llevado a esto. Miro a ambos lados de la calle por si alguien ha sido testigo de mi estupor. Parece una estupidez, pero, por un instante ha pasado por mi cabeza que, si el hombre supiera que alguien le está observando en un momento así, no le haría ninguna gracia. Incluso alguien podría acusarme de estar “invadiendo” su espacio, o su derecho a la intimidad. Pero, puede alguien explicarme cómo se consigue intimidad y dignidad cuando se vive en la calle, y cuando el quehacer de cada día consiste en hacer malabarismos introduciendo medio cuerpo en el cubo de la basura, para  aprovisionarse y subsistir con lo que otros tiran?

Intento continuar con el recorrido de mi paseo, como si no pasara nada, como si no hubiera visto nada. De hecho, me lanzo calle abajo, pero apenas he recorrido unos metros, me detengo para agacharme, simulando que me ajusto el zapato, para, así, poder girar la cabeza sin que se note mucho. El hombre, ajeno a todo, está introduciendo algo en un viejo carrito de la compra. No tarda en saltar y meterse de nuevo en el container. Mientras me incorporo y sin dejar de mirar a mi alrededor, como si yo fuera un delincuente al que buscan, saco con torpeza de un bolsillo mi teléfono móvil para convencerme a mi misma, que esta vez es “de verdad”, que no lo he visto en las noticias de mediodía.

 Decido no continuar mi paseo y volver a casa. Vuelvo como "poseída" y pulso, sin darme apenas cuenta,  el interruptor del mando de la tele. En el primer canal que aparece, está a punto de finalizar el informativo. En ese momento dan cuenta de la presentación de las memorias de otro ex presidente del gobierno.  Me sorprendo a mí misma, aunque no estoy nada pendiente de estas cosas, contando mentalmente.  En lo que va de semana, creo que con éste son cuatro los que nos intentan vender su libro.

 Instintivamente también, digo en voz alta: “Si los escriben es porque alguien los leerá”. Después, a modo de resumen, finaliza con las noticias más importantes de la jornada, entre las que se encuentran el capítulo 4.520 de las investigaciones de un tremendo crimen, la enésima operación de cadera del rey y una entrevista radiofónica que ha concedido el presidente Rajoy. Por cierto, D. Mariano, ¿Para cuándo sus memorias? No deje pasar esta oportunidad y súbase a la temporada otoño-invierno de los libros que lo cuentan todo y nada a la vez.  Quizá cualquier día coincida firmando ejemplares en unos grandes almacenes con su amiga Belén Esteban, que también ha estrenado libro estos días, y tengan ocasión de charlar un ratito más que el día en que se conocieron en la fiesta de un periódico. Si ella volviera a preguntarle por la situación del país, no le diga que está mejorando, por favor. Para eso, simplemente, aconséjele que vea las noticias, donde el hombre del contenedor, nunca estará en los titulares del día. O tal vez, sí. Nunca se sabe. Como dedica a ello todo su tiempo, es posible que encuentre en la basura un billete de lotería premiado. Será entonces, tras haber gastado su fortuna, cuando escriba sus memorias.

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