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"Nacer en el lugar equivocado"

"Nacer en el lugar equivocado"

¡No termino de creer lo que veo! Deben ser mecanismos de defensa de la mente para que, cuando la crudeza y la tragedia se nos muestran sin filtros, nos proteja de un horror que parece sacado de la última serie de moda. Pero no, me digo, cinco segundos después. ¡No es ficción, Dios mío, esto está pasando, y, lo peor: se está consintiendo!

Aunque esto era la crónica de una guerra anunciada, no por ello se hace más leve cuando, al final, llega. Ahora, incluso podemos asistir en directo, como si fuera una premier, con butaca de patio, sin movernos de casa, y ni siquiera pagar  una suscripción a una plataforma de streaming... Sé que es horrible lo que digo, pero, también, como la propia guerra, es una verdad indecente. 

Ayer ya nos levantábamos con la noticia y las imágenes del primer ataque ruso a Ucrania, y hoy desayunamos con la entrada en Kiev por parte de las tropas de Putin. Ya sé que a la gran mayoría nos invade un tremendo rechazo junto a un enorme sentimiento de tristeza, y, sobre todo, de empatía y solidaridad hacia un pueblo que va a ser masacrado. Pero, aún así, si, por un momento, intento mirar la escena desde fuera, no puedo dejar de lado lo vergonzoso que supone que una tragedia de estas dimensiones, al mismo tiempo, implique una millonaria audiencia de espectadores que siguen la catástrofe en tiempo real. No se vaya a enfadar nadie, no me refiero al derecho a la información. Es sólo que no puedo darle "normalidad" a que mientras unos caen, huyen y ven cómo su vida se hace pedazos, otros asistimos a ello en calidad de espectadores. ¡Ni unos ni otros tienen la culpa! Hablando de culpa, o mejor dicho, de culpables... La megalomanía de Putin, junto a otras "virtudes" que recuerdan demasiado a otro fanático que la lió "parda" durante el siglo XX, no conoce fin. Dicen algunos que ya intuían lo "peligroso" que parecía, pero, aquí también, siempre, la realidad supera a cualquier intuición imaginada.

No sabemos cuántos capítulos tendrá este reality de gente anónima que se juega la vida sin premio de por medio, y que más parece el último videojuego de "a ver quién mata a más personas hoy"... Lo que sí sé es que hay cosas con las que ya uno no puede: el instante en que he visto unas imágenes de niños recién nacidos que habían sido trasladados de la maternidad donde acababan de llegar al mundo, a otro lugar más "seguro". Mientras pulso el botón de apagado del mando no puedo dejar de pensar en la paradoja que supone el nacimiento de esos niños: la vida intentando abrirse camino entre la destrucción, el caos y la muerte

Voy como un autómata hacia la cocina con la intención de prepararme algo para comer, y, aunque sé que no pueden escucharme, me descubro hablando con ellos en voz alta: "¡Ojalá consigáis sobrevivir y tener una vida plena!"...  Diez segundos después vuelvo a escucharme como si se tratara de otra voz que no es la mía: "¡Qué impotencia, y qué injusticia que el destino de tu vida venga dado por el lugar en el que naces!"

Una horrible idea cruza mi cabeza, y se instala en ella sin que pueda detenerla, con forma de pancarta: 

 "Nacer en el lugar equivocado"

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