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Homenaje "Abogados de Atocha": el recuerdo construye

El 24 de enero de 1977, un grupo de extrema derecha, pistolas en manoirrumpió en el despacho de  los abogados laboralistas del número 55 de la calle Atocha, en Madrid. Nueve personas fueron acribilladas a balazos. Fallecieron los abogados laboralistas F. Javier Sauquillo, Javier Benavides, Serafín Holgado, Enrique Valdevira y el trabajador Ángel Rodríguez. Resultaron heridos graves Alejandro Ruiz-Huerta, María Dolores González, Luis Ramos y Miguel Sarabia.

El entierro se convirtió en la primera manifestación multitudinaria que se recuerda en Madrid en aquellos días convulsos. Miles y miles de ciudadanos anónimos se echaron a las calles arrastrados por el sentimiento nacido del rechazo a la sinrazón, a la barbarie y a la injusticia. Con su pacífico "basta ya" y sus muestras de solidaridad y apoyo, estaban , sin saberlo, contribuyendo a levantar los cimientos de lo que sería la democracia.

El atentando pretendió detener el proceso democrático recién iniciado. En contra de todo pronóstico, el suceso provocó una manifestación de dolor común compartido: impotencia y rabia que se convertían en una concentración pacífica y de duelo.  Aquel sentimiento popular inauguró,  en parte, el viaje a la democracia, que se consolidaría el 15 de junio de 1977 en las urnas (Las primeras elecciones tras la dictadura).

El destino de España estaba en marcha. Esto no pretende ser una crónica de aquellos días: para eso, sólo hay que acudir a las hemerotecas. Por entonces, yo era aún una niña ajena a todo lo que estaba ocurriendo.  Lo único que puedo contar es la experiencia que viví, muchos años después y ya como periodista, al dedicar en televisión un programa especial en el 25 aniversario. Cuando saludé a Miguel Sarabia, uno de los supervivientes de aquel horror, antes de entrar al plató, pude intuir la fortaleza y humildad de un hombre que cumplía por esos días 25 años de su segunda vida. Entre varios invitados, su grandeza se puso de manifiesto enseguida, al notar todos los que allí nos encontrábamos, que, en absoluto, quería acaparar el protagonismo. Nunca olvidaré que, aunque mi condición de periodista no debía permitirlo, esa noche pudo más el ser humano, y la emoción afloró al ser testigo de todo lo que allí se contó. No creo que se pueda relatar en primera persona un hecho tan cruel con un realismo tan sobrecogedor, pero, al mismo tiempo, ausente de todo morbo o sensacionalismo.

Recordar cada año, éste y otros hechos que forman parte de la Historia reciente de nuestro país ayuda a comprender que todo lleva un proceso, y las cosas, como creen algunos (o quiénes simplemente lo desconocen), no aparecen  de un día a otro. Quiero traer aquí algunas de las palabras que aquella memorable noche Miguel pronunció, recordando un proverbio árabe  "Si se cerró la herida, queda la cicatriz, y esperemos que esta cicatriz tenga su sitio en la Historia, sobre todo, para que nunca se repita".

Me gustaría terminar con un párrafó del libro "La memoria incómoda. Los Abogados de Atocha 1977/2002", de Alejandro Ruiz-Huerta, otro de los supervivientes de aquella barbarie.

 "Entre 1976 y 1977, en el tiempo que habría que llamar ’el corazón de la transición’, hubo más de 100 personas muertas o heridas en atentados que pueden considerarse políticos. Y como dijo una vez Paul Eluard, y recoge Gregorio Peces-Barba en el prólogo del libro sobre los hechos de Atocha: ’si el eco de su voz se debilita, pereceremos’. Porque es preciso mantener encendida la luz de la memoria para construir desde ella, a pesar de ella, un futuro mejor"

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