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¿Por qué se celebra lo que no existe?

¿Por qué se celebra lo que no existe?

Estoy segura de que en estos días la cabeza de muchos, entre los que me incluyo, no da abasto para celebrar aniversarios. La resaca que llevamos en el cuerpo por los actos y festejos del 40 cumpleaños de nuestra Constitución, no tiene nada que envidiar a la que se producirá en próximos días con motivo de la Navidad. Aunque, quizá, aquí no estoy siendo muy rigurosa: no se nos escapa que las fechas navideñas se adelantan cada año en el calendario y ya nadie se extraña de que, a primeros de octubre las estanterías de los supermercados se llenen de turrones y demás familia. A los golosos "les hacen polvo", porque, una de dos, ó caen en la tentación desde el primer día, ó ir a la compra se convierte en una carrera contra obstáculos, de los rodeos que intentan dar para no pasar por el "pasillo de marras". ¡Pobres! ¡No hay derecho!


De derechos, precisamente, quería yo hablar hoy, y de pobres, también. ¿Por dónde empezamos? Sinceramente, creo que aquí el orden da igual, ya que, como decía aquel chiste de hace años "Todos los caminos llevan a Roma". Aún así, nos quedamos más cerca. 

Estamos de acuerdo que suena muy bien decir, escribir y repetir hasta la saciedad, que nuestra Constitución ha cumplido 40 años. Por cierto, quizá sea a la única que le encante cumplir esa edad y no le afecte la "crisis de los 40". Dejándonos de bromas, a Ella directamente, al ser algo simbólico, no le afecta nada, pero a nosotros sí, y no porque cumpla esa edad que se nos antoja ya como síntoma de madurez, sino porque lo que no se "cumplen" ninguno de sus artículos esenciales. Entonces, ¿Por qué lo celebramos? ¿Alguien celebra lo que no existe? 

El artículo 35 de la llamada Carta Magna, con toda la solemnidad que ello merece, nos dice que "todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo, y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia". La verdad es que uno lo lee, y le suena a música celestial, pero la realidad es que hay casi un millón doscientas mil familias en las que todos sus miembros están en paro, y tres millones y medio de personas están inscritas como parados en los servicios públicos de empleo, de los que, casi la mitad no cobra prestación alguna. Por otra parte, y, fundamentalmente, entre el sector más joven de la población, algunos van consiguiendo empleos con sueldos tan bajos y contratos tan precarios, que no consiguen salir adelante por sí mismos, y pasan "técnicamente" a ser considerados "pobres". A partir de ahora, si vuelvo a escribir esta odiosa palabreja, ya no hará falta entrecomillarla.

Por cierto, no sé si los que estáis leyendo esto en este preciso instante, sabéis que el artículo 47 de nuestra querida y celebradísima Constitución, nos recuerda que "todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general, para impedir la especulación". Aquí ya no sé si me puedo morir del ataque de risa, o directamente de la pena que me produce. 
¡Desahucios (aunque algunos quieran hacernos ver que ya no los hay), con unos efectos colaterales tan tremendos como el suicidio en algunos casos, o familias con niños y ancianos que pasan a hacer de la calle su residencia de invierno; infraviviendas; personas atrapadas en hipotecas que valen más que sus casas!     Suma y sigue ...

Y no hay que olvidarse de la llamada "pobreza energética"que padecen más de cinco millones de personas en este país. Todos, con sus nombres y apellidos (no son sólo un número), que pasan frío dentro de sus casas, y que, prefieren, a veces, entrar en algún centro comercial, aunque no vayan precisamente a comprar, para estar "calentitos" un rato. Personas que casi no pueden encender la luz cuando oscurece, porque el pagar la factura eléctrica implica, en muchos casos, quitárselo de comer al día siguiente. Pero, eso sí, a paradojas no nos gana nadie. De hecho, además de conocernos por la paella, la siesta, los sanfermines, y otros topicazos, podrían llamarnos también "el país de las paradojas". Mientras todo esto ocurre, el despilfarro prenavideño lleva ya, días campando a sus anchas. La ciudad gallega de Vigo, o mejor dicho, su alcalde, ha querido este año "que todos nos envidien: esto va a ser el no va más", con su espectacular (¿O habría que decir "interestelar"? alumbrado navideño. Un millón de euros y nueve millones de bombillas Led han hecho posible que, pese a tamaño despilfarro energético, supere a ciudades como Nueva York o Tokyo en su ostentación. No hay que olvidar tampoco, según dicen los expertos, amén del derroche, la contaminación lumínica que supone. Como cualquier contaminación, a mí me importa, pero lo que me importa más que nada es pensar cuántos hogares se podrían calentar, y pagar su factura de la luz, con una ínfima parte del presupuesto destinado a este despropósito. ¡Atentos, que no digo todo, sólo una parte!  

Esta humilde ciudadana no quiere que nadie le acuse de querer cargarse el famoso "espíritu navideño" y la ilusión de niños y grandes a salir por las calles y que sus ojos contemplen esas luces de colores que incitan al consumo, a invocar a Papá Noel y los Magos de Oriente. ¡Dios me libre! Pero, líbranos, Señor, también, de aquellos megalómanos que están bastante más preocupados en cómo se verá su ciudad desde el espacio, que de si sus habitantes, pueden o no, calentarse o encender la luz en sus casas. Dicen que dijo a los periodistas en rueda de prensa: "Iré a ver al ministro de Innovación, que saben que fue astronauta, y le preguntaré cómo se vería Vigo desde allí arriba". No sé si será la mayor preocupación de los vigueses estos días, aunque seguro que muchos de ellos estarán pensando que cuando pasen las fiestas, y toda la parafernalia se desmonte, el alcalde tendrá un "detallito" con ellos, para que no vuelvan a tener que comprar una bombilla en toda su vida. Muchos que, posiblemente, no tendrán una pensión ó renta vitalicia, como sí suele ser el caso de la llamada "clase política", por lo menos que puedan presumir de "bombillas vitalicias". Eso sí, desde aquí deseo que, en caso de que el regalo se haga efectivo,  sus ingresos les permitan pagar el recibo de la luz.

Por cierto, desde la Confederación de Asociaciones de la Unión Europea, COFACE Families Europe, y ASGECO, Asociación General de Consumidores, se debate que para combatir la pobreza energética es necesario proponer un enfoque holístico, en el que se combinen políticas sociales y ambientales. Por consiguiente,  el acceso a la energía sería una condición previa para la participación en la sociedad y tener una vida digna, y se reconoce, cada vez más, como un derecho humano. De derechos quería yo hablar. Se cumplen setenta años (70) del día en el que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¡Lástima que se celebren dos cumpleaños tan ilustres, sin que haya motivo para ello!

Ninguno de los derechos humanos esenciales, que fueron escritos, firmados y ratificados por un sinfín de países, y cuyo texto ha sido traducido a más de 500 idiomas, se cumple setenta años después. Por enumerar sólo algunos: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona". "Toda persona tiene todos los derechos y libertades, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional, o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición". "Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre. La esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas". "Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos".  "En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país". "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión"
No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Sobra comentar que vivimos un momento en el que algunos de esos derechos están más lejos que nunca de cumplirse. ¿Qué hacen los gobiernos, cada uno en su país? ¿Qué hace la ONU? ¿Qué hacen los gobiernos de muchos países, cuando se reúnen en esas macrocumbres, aparte de la "foto de familia" y preocuparse por la seguridad, para que todos vuelvan sanos y salvos a casa?

Entonces ¿Qué se celebra? ¿Por qué tanto en empeño en celebrar y celebrar, cuando todo está por hacer?  Por favor, les pido, que, de una vez por todas, se ganen el sueldo, y hagan su trabajo, que no consiste en el ataque verbal al contrario, en el "Y tú mas", en perder el tiempo de la manera más tonta, o, peor, aprovecharlo demasiado para enriquecerse a costa de lo público. Permítanme, sólo por si en algún momento se les ha olvidado que su trabajo consiste en propiciar las condiciones para que todas esas premisas se cumplan,  y, por fin, algún día, puedan ser realidades para celebrar, y no escatimar en ello. ¡Dejen ya de tirarse los trastos a la cabeza unos a otros, y destierren esa crispación, que, además, contagian a toda la sociedad. Y, sin ánimo de ser pesada, lo digo una vez más: "No desperdicien tantas energías en nimiedades, y dedíquenlas, por fin, a lo importante, a lo esencial, "a lo que nos da de comer", como se dice aún en muchos pueblos de nuestra geografía. Y cuando digo a lo que nos da de comer, no me refiero sólo a la alimentación. Creo que todos ustedes son muy inteligentes, y lo cogen al vuelo. ¡Ánimo, y a ponerse cuanto antes a la faena, que de ser así, quién sabe si, finalmente, el próximo año, podamos al final c-e-l-e-b-r-a-r  algo de verdad!!!

1 comentario

carlos gomez verdejo -

Muy bueno, Titifredo.