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El hartazgo de estar hartos

El hartazgo de estar hartos

 

Acabo de volver de una isla. Aunque no es una isla desierta, comparándola con la vida que llevamos los que residimos en ciudades como Madrid, podría casi considerarse así. ¿Por qué os cuento esto? Cuando uno logra desconectar del mundanal ruido, del exceso de información al que estamos sometidos en los últimos tiempos, y de tantas cosas más, que no sólo no consiguen que nos sintamos más libres (como pregonan algunos), sino que nos encadenan y esclavizan como nunca hubiéramos imaginado, se vislumbra mejor el horizonte, y realidad y ficción pasan a estar cada a una a su sitio.

Al bajar del avión en Barajas, llovía, y ésa fue la primera queja inconsciente. "Hay que jorobarse -pensé-, acabo de darme un baño en el mar hace unas horas y ahora con paraguas otra vez. Al pasar al edificio de la terminal 2: "Qué fastidio de maletas, seguro que nos tienen aquí esperando más de media hora, y qué frío: no voy a tener más remedio que sacar del equipaje de mano, una chaqueta de lana que no he usado en todos estos días".

Éstas son quejas estúpidas, pero quejas, al fin y al cabo. Hay otro tipo de hartazgo, que, no sé si atreverme a sugerir que va camino de generalizarse, pero que en algunos momentos, nos fulmina.

¡Estoy, no harta, hartísima, de que nos tomen el pelo cada dia, de que insulten a nuestra inteligencia quienes dicen que trabajan por nuestro bienestar! No se puede tolerar que jueguen de esta manera con el dinero del Estado, nuestro tiempo (que es, sin duda, lo más valioso que todos tenemos), y, sobre todo,  la ilusión y la confianza en que todo mejore.  Después de tanto tiempo sin que hayan sido capaces en ponerse de acuerdo por el bien del país, ¿Qué se supone que debemos hacer ahora nosotros? ¿Cambiar de chaqueta, como se decía antaño? ¿Jugarnos el voto a la ruleta? O quizá, tomarlo como un juego de azar (en la práctica es sólo eso), y jugárnoslo a cara o cruz, como si se tratara de echar una primitiva cuando hay bote. El problema es que aquí, con nuestros votos,  el "bote" siempre les toca a ellos, que no sólo se lo reparten, sino que en los cuatro años que dura el jueguecito, además del bote, se "ponen las botas".

¿Qué pasa, que para que a ustedes les salgan las cuentas, aunque sea la "cuenta de la vieja", nosotros tenemos que alterar nuestro voto? O tendríamos que hablar con propiedad, y decir mejor "adulterar". ¡En ese argot ya nos entendemos mejor! Ahora resulta que nadie quiso decir lo que dijo, nadie quiso insultar, "es más lo que nos une que lo que nos separa",  vamos a dejar a un lado el "y tú más"... jajaja, es que me mondo de risa, aunque maldita la gracia. Ahora resulta que los malvados se presentan como hermanitas de la caridad. Aunque no soy muy dada a refranes, me vienen algunos que ni pintaos: "Los mismos perros, con distintos collares". O citas célebres, como la del político alemán Otto von Bismark: "Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería".

Por favor, cuando dé comienzo la campaña, o lo que quiera que sea lo que van a empezar,  procuren encerrarse todos juntos, y, mira, quién sabe, si todavía estamos a tiempo de algo, aunque sea de que se hagan un Gran Hermano, se despellejen, se nominen entre ellos y al final, salga un ganador, y nos ahorremos todo lo demás. 

Les pido, si es posible, que no nos traten a como a borregos,  no lo somos. Sigan siendo prepotentes, que es el papel que mejor representan, pero dejen en paz a la gente. Ya sabrán que no está bien, y que el deber ciudadano es el de volver a las urnas el día que tengan a bien citarnos, pero, entiendan que muchos están hasta más allá de la coronilla, y se lo van a pensar mucho. Y, en el fondo, y en la superficie también, hay que comprenderles. Y como diría mi abuela, si viviera, "no nos hagan conmulgar con ruedas de molino". No, hombre, no.

Les diría muchas cosas más, pero no quiero hacer esto largo, ni emplear en ello toda la tarde: hay que dar valor al tiempo (algo que ustedes desconocen). Imaginen, por un instante, todo lo que se podría haber hecho si hubiera un gobierno desde que fuimos a votar un ya lejano 20 de diciembre. 

La última sugerencia, que no consejo (¡Dios me libre!), es que busquen en el diccionario el significado de la palabra humildad. Para quienes no quieran ni molestarse en eso, ya les ayudo yo desde aquí. Se conoce por HUMILDAD la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades. Se aplica a la persona que tiene la capacidad de restar importancia a los propios logros y virtudes, y de reconocer sus defectos y errores.
Una vez  asimilado, traten de practicar. No es tan complicado. Al principio, hasta que uno se familiariza es como todo, pero luego, si consiguen interiorizarlo bien, les irá saliendo solito. No sé quién ganará las elecciones, pero seguro que ese día todos habremos ganado algo más. 

¡Feliz y silenciosa campaña, please!  ¡Ah, y no olviden adjuntar un par de tapones para los oídos junto a la propaganda electoral!

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