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"El filo de la navaja"

"El filo de la navaja"

...."Tuve mucho tiempo para pensar, y, sin cesar, me preguntaba a mí mismo cuál era la finalidad de la vida. Después de todo, si estaba vivo, únicamente a la suerte lo debía; y yo quería hacer algo con mi vida, aunque no sabía quéNo podía comprender por qué existía la maldad en el mundo. Comprendí que era un ignorante, y como no tenía a nadie a quien acudir y quería aprender, empecé a leer al azar".

 Acude a mi mente con fuerza, este párrafo de la novela de  W. Somerset Maugham,  "El filo de la navaja", que, con el mismo título, fue después, adaptada al cine con la memorable interpretación de Tyrone Power, en el papel de Larry Darrell: un joven aviador que vuelve a casa desencantado, tras haber vivido los horrores de la Primera Guerra Mundial. Las dificultades para adaptarse a la sociedad y a la frivolidad de la vida que le espera , le hacen emprender un largo viaje en busca de la verdad y el sentido de su vidaLarry espera encontrar el significado a su existencia, que no vislumbra en la comodidad que se le ofrece con un empleo estable y una hermosa mujer a su lado.

 ¿A cuántos "Larrys" (hombres ó mujeres) conocemos hoy en día? Alguno queda, aunque la historia más bien se lee al revés: la mayoría de personas que pertenece a eso que se acuñó hace tiempo como "el mundo occidental", busca una estabilidad económica, una vida cómoda, segura, y sobre todo, sin sobresaltos. Pero hubo una época en que, desde muy pequeños, nos acostumbramos a oir aquello de "lo mejor es un trabajo fijo, para toda la vida". Hubo un tiempo en que "todo el mundo" decía que quería ser funcionario, porque era tener "asegurada" la vida. Sí, yo aún lo recuerdo, aunque entonces, cuando se lo oía decir a los vecinos, a la familia, no entendía bien las supuestas ventajas. Pensaba que debía ser de mortal aburrimiento estar toda la vida yendo al mismo sitio gris, de ocho a tres, a "hacer" como que trabajas, mientras la fila en la ventanilla se va alargando hacia la calle, y algunos de los que se desesperan para hacer algún trámite, acaban pensando: "Mejor vuelvo mañana". Hacían bien, porque, como ya anunciara Larra un siglo antes, es lo que les iban a decir en un altísimo número de casos.

Hubo un tiempo en que parecía que aquello no era lo que la mayoría deseaba como futuro laboralla gente quería hacer cosas, estudiar, crear, emprender, construir, soñar, volar, y, sobre todo, vivirPero también llegó un día en que aquéllo languideció, y la gente volvió a ser la misma de antes, con caras tristes, pocas ganas de hablar, casi ni de saludarse al entrar en el ascensor. A los jóvenes, ó se les esfumaban los ideales, ó estaban demasiado fatigados para mostrárselos al mundo, porque habían nacido ya en un tiempo distinto, en el que casi todo les había sido dado desde la cuna, y cualquier mínimo gesto, les costaba un gran esfuerzo.

 Desde hace unos cuantos años, las cosas han vuelto a cambiar, y de manera estrepitosa, se ha dado otra vez "la vuelta a la tortilla"Jóvenes que no encuentran su primer empleo, ó si lo encuentran es tan precario, que parece una broma llamar a eso "tener trabajo". Personas que, una vez cumplidos los 40, como te veas en la calle por algún motivo, volver a trabajar es casi, misión imposible, debido al sesgo de la edad. Despidos masivos, ERTES, cierre de empresas, falta de oportunidades. En fin, ilusiones rotas, talento desaprovechado, y, en muchísimos casos, sin poder atender lo básico: pagar la luz, llenar la nevera, "poder ir tirando" se decía antes...  Antes, siempre antes... ¿Antes de qué? Antes de que todo estallara y nos obligara a cambiar el chip: la gente tuvo que "ponerse las pilas" como fuera, trabajar, en algunos casos, sólo 8 ó 10 horas a la semana, ó en otros casos, más de 50 para seguir malviviendo, intentar irse donde quiera que hubiese trabajo, e incluso, aquéll@s que detestaban la idea de "un trabajo para toda la vida", pasaban a estar pendientes del BOE, para ponerse a opositar como locos, aún a sabiendas de que era más probable que les tocara el euromillón (y mira que es difícil), que sacar una plaza en la administración.

 Volviendo a la primera época a la que me refería, la gente ya no hablaba tanto y cuando lo hacía no sabía hacerlo con normalidad. Ya lo anunció hace algún tiempo el genial Jardiel Poncela"Los hombres que no tienen nada importante que decir, hablan a gritos". Será para asegurarse que se les escucha en un tiempo en el que nadie lo hace. Pero ¿sabéis lo más terrible de eso? Ni siquiera estamos dispuestos a escucharnos a nosotros mismos, a oir esa voz interior que todo individuo lleva dentro. ¿Tanto miedo nos da lo que podamos descubrir allí? 

¿Cuántos son los valientes que, al menos, alguna vez lo intentan, como nuestro Larry? Él fue, sin temor, al encuentro de sí mismo, del conocimiento de su yo más profundo, y, eso, claro que implica silencio. Aunque Larry sea un personaje de ficción, sé que en algunos rincones del planeta quedan algunos, y, aunque muchos de ellos no lleguen a descubrir del todo quiénes son, y qué hacen aquí, yo les admiro porque, lo que sí está fuera de toda duda, es que albergan mucha valentía. Con ellos no va lo que les ocurre a la gran mayoría, una verdad tan contundente, que pronunció Rabindranath Tagore, el brillante artísta y filósofo bengalí, casi como vaticinio de nuestro tiempo:

"El hombre se adentra en la multitud por ahogar el clamor de su propio silencio".

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